miércoles, 19 de enero de 2011

Historias de mierda (I)

Seamos sinceros. Todos hemos sufrido ese momento de dura desesperación, cuando necesitas adelgazar 3 kilos de golpe sin pestañear (esto último porque no eres capaz de abrir los ojos mientras te concentras) y muchas veces te encuentras que todas tus posibilidades han sido ocupadas por otros individuos.

Hasta ahí bien. Todo el mundo tiene derecho a su ratito de discusiones afanadas con el Sr. Roca. El problema viene cuando mucha gente usa el wc solo para orinar . Como es evidente, estoy hablando del caso masculino, los cuales disponemos de meaderos para cambiar el agua al canario con facilidad, rapidez y eficiencia.

Vamos a ver. Analicemos esto por partes. En algo tenía razón Jack el Destripador. Voy a focalizar el análisis dirigiendome directamente al personaje X, para que así quien lo lea y actúe así, se sienta aludido.

Primero, seguro que alguna vez en tu vida has ido a algún gimnasio, piscina o lugar donde te obligan a cambiarte delante de todo el resto de machos. Vamos, aparte del tuyo has visto más cimbreles y no me refiero al nuevo mando de la ps3. ¿Así que qué necesidad puedes tener de esconderte de los demás? Quien se ría de tí por tenerla pequeña ya lo habrá hecho tantas veces que hasta deberías estar acostumbrado.

Luego, no se a las féminas, pero los tíos estamos ya tan acostumbrados a mear en lugares públicos (no púbicos, no nos escandalicemos todavía) desde nuestra primera borrachera (¿quién no recuerda esos intentos por ser el que más lejos mea o el que dibuja el falo más grande en la pared?). Así que ya hemos pasado de que no solo todos los tíos del gimnasio te la han visto y se han reído de que la tienes pequeña, si no que además las posibles mujeres que te hayas encontrado en una noche etílica ya se habrán reído también bastante de ti, negando la gran mayoría de posibilidades que hubieras podido tener esa noche de mojar el churro en lugar de la pared, cerdo.

En resumidas cuentas, prácticamente todo el mundo te la ha visto ya. No seas vergonzoso, mea en el meadero y deja a la gente echar la pesa tranquilamente.

Y otro día ya hablaremos del momento más doloroso, o tal vez casi mejor que no. En el momento que descubres que después de aligerar tensiones no hay papel en el baño público. Pero eso otro día, amiguetes.

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