viernes, 27 de mayo de 2011

Acampando el corazón.

Levantó su triste mirada al estrellado cielo, manchadas por la neblina que inundaba la ciudad. No sabía si venía por productos de dudosa calidad o ya era en sí la polución inherente a la ciudad. Las estrellas parecían languidecer bajo el humo. Recuperaba poco a poco la percepción de la realidad que le envolvía mientras un dolor intenso le martilleaba la cabeza. Se percató de que estaba tumbado en el suelo, con los sentidos embotados en una vorágine mareosa de información. Intentando recuperar el oído, empezó a oir gritos a su alrededor.

Consiguió, no sin esfuerzo, levantarse. Con la mirada borrosa vio muchas sombras moviéndose, bastante aceleradamente como para permitirle enfocar minimamente nada. Justo en ese momento notó, al apoyar la mano en el suelo, un cristal que le realizó un pequeño corte. Al notar plástico cerca se dió cuenta del motivo de su borrosa visión. Sus gafas habían sufrido una pequeña desestabilización molecular que las había llevado a separarse en bastantes direcciones, como si de una desbandada se tratara.

Intentó incorporarse en tambaleantes esfuerzos, pero al iniciar el movimiento el dolor volvió. Se llevo las manos a la cabeza, donde notó algo liquido. Bajó la mano e intentó concentrarse en ella. Vió sangre, su color carmesí resecándose en su mano. Volviendo a poner la mano en la cabeza, mientras usaba la mano que le quedaba libre para ayudar a incorporarse lentamente. Consiguió acercarse a una forma alargada y de color marrón, lo que tenía más cerca que parecía tener forma cómoda. Al tocarlo notó enseguida el rugoso tacto de un banco. Con la esperanza de que no se rompiera, se derrumbó en él.

Poco a poco, la visión se volvió menos borrosa y empezó a distinguir y recordar donde estaba. Estaba en una plaza, todo lleno de productos de cocina con algunos alimentos esparcidos siguiendo el ejemplo de sus destrozadas gafas. En medio de la plaza, había gente discutiendo con algo que juraría que parecían más bien robots que personas. Forzando la vista y entrecerrando los ojos distinguió cascos protectores y ropa que tenían toda la pinta de chalecos antibalas.

Empezó a comprender lo que había sucedido, y antes de que pudiera ir a peor, decidió levantarse y marcharse a otro sitio a recuperarse, no fuera que apareciera algún golpe perdido, rabioso de no dar a su objetivo y decidiera centrar su ira en una presa coja. En un camino que pareció más largo de lo que realmente era y realizando una actuación perfecta del borracho medio, llego a una calle también ancha, pero no menos poblada. Consiguió distinguir un patrón bicromático, entrelazándose en un movimiento frenético acompañado de mucho ruido. Sonaba a celebración, o almenos es lo que sus atormentados oídos conseguían descifrar entre tanta locura. Cuando llegó como hipnotizado a la multitud, fue abrazado. Notó como la gente le instaba a saltar y cantar. Lejos de conseguir la calma que necesitaba, siguió caminando calle abajo, forcejeando para huir de los distintos brazos, de la peste a alcohol y del ruido que atormentaba su cabeza.

Cuando creía haberse alejado de toda esta vorágine de de violencia y alegría, vió a un grupo de gente desaparecer de un gran ventanal. Parecían tener prisa, pues corrían y miraban nerviosamente a todos lados. Movido por la curiosidad se acercó al ventanal para inspeccionarlo personalmente. Se dió cuenta, entre pisadas que provocaron un ruido de cristales rotos, que el ventanal tenía personas detrás. Por lo menos figuras del torso de una persona, pero sin definir rostros, aunque seguía dudando si eso era por la poca iluminación y la vista todavía borrosa.

Cuando decidió alejarse de allí, en busca de otro sitio tranquilo, notó como unos brazos lo cogían, tirándolo al suelo, dónde recibió varios golpes y un azote final en la cabeza, que le devolvió a la bendición de la inconsciencia...