lunes, 25 de julio de 2011

Este instante desaparecerá...

Andaba yo por las inmediaciones de mi ciudad, viendo como los edificios avanzaban lentamente a mi alrededor al ritmo de la musica de mi iPod, acercándose a lenta velocidad pero alejándose en la incertidumbre de mi espalda. De hecho, esta admiración quedó rápidamente eclipsada debido a mi necesidad urgente de llegar rápido a un lugar, lo que provocó que la elección musical no fuera una elección que indujera a la tranquilidad.

Después de utilizar el transporte público, por fin me tocó salir del metro tras un largo viaje. Me encontré algo que hizo reflexionar sobre mi urgencia. Algo sobre lo que muchas veces te das cuenta fugazmente y por miedo a pensar o por esa misma urgencia diaría que nos atosiga no nos paramos a analizar. En las escaleras mécanicas de la salida había escrito el siguiente mensaje, dividido en tres escalones:

"Este instante desaparecerá"

Y ciertamente, tal como apareció, este mensaje se perdió al unirse con el resto de los escalones automatizados por sus entrañas, esperando a otra persona que dentro de otros mismos instantes pisaría los escalones que yo estaba ya dejando de pisar para salir a la calle. Primero, dejé que una sonrisa asomara tímidamente por mis labios ante tan genial y simple ocurrencia. Luego, en el rato que me quedaba por andar, que no fue mucho, empezé a divagar sobre el mensaje.

¿Alguna vez os habéis planteado lo que un instante es? Los más prágmaticos o listillos (no necesariamente tienen porque ser los mismos) diréis que es una médida pequeña de tiempo, injustamente parecida a un segundo. Posiblemente esa sea la definición más objetiva que podáis encontrar. Pero, la literatura, nos aguarda otras interesantes sorpresas. Por poner un pequeño ejemplo:

"En ese preciso instante", "En ese maravilloso instante"

¿Cómo podemos medir precisión en una unidad temporal que no implica nada más que una unidad pequeña aunque no cuantificable? O por otro lado, un instante puede ser maravilloso, pero también puede ser odioso, largo, etc.

Por otro lado, ¿no es esa la gracia de la vida? La vida son un conjunto de instantes, cuyos efectos quedan anclados en nuestra memoría como pequeñas barcas en un bravo río. Seguro que todos recordamos el instante de tu primer beso, a no ser que algun producto estupefaciente nos privara de ello. También esos instantes a los que cada día invertirmos nuestro tiempo pero que no tienen valor para nosotros. Validar un billete de metro, comprar un caramelo, beber un trago de whisky y, porque no, mientras se hace el amor con otra persona o con uno mismo.

Instantes que muchas veces no nos paramos a saborear como se merecen, pues no damos importancia al flujo del tiempo. Nos dejamos enmarañar en la tela de las obligaciones, tanto laborales como personales; en ésta vorágine de locura modernista que precisamente, y con mucha ironía, nos hace valorar tanto los instantes y como se usan que nos estresan. Sí, nos estresamos para disfrutar.

Disfrutemos del instante en el que bebemos una cerveza, compartiendo los acontecimientos del día con familiares, amigos o ambos. Disfrutemos de cada instante, como si fuera el último, porque para ese pobre instante, si es su último suspiro. Y aunque intentemos volver a imitarlo, éste no volverá. Se podrá parecer mucho, ser casi idéntico, pero las sensaciones que despierta no son las mismas. Y aunque pretendan ser las mismas, seguro que la intensidad con las que se han vivido o se están viviendo, no lo son.

Y ahora tenemos otro instante que muere, ahogado en las vivaces aguas de Internet.

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